Mi padre hubiera dicho que los solteros, pero no le hagamos caso. Los solteros dirían que los solteros, y algunos casados dirían que los solteros. La idea de tener más posibilidad de irse de fiesta, más libertad para socializar y disfrutar una vida con más placer, puede resultar engañosa, y hasta falsa, ya que muchos casados tienen también dicha posibilidad. En general, los estudios coinciden en que los casados son más felices que los solteros, divorciados, separados y viudos.
¿Hace falta entonces casarnos para ser felices? No tan rápido. Maticemos un poquito las estadísticas, que se basan en promedios. La gente feliz es muy buena en general en cultivar relaciones sólidas, con amigos, familia, colegas o con su pareja romántica. Entonces, entre más feliz sea una persona, tendrá más posibilidad de encontrar una pareja que también sea feliz y ambos constituirán un matrimonio contento. Si somos felices, será más sencillo llevar una vida satisfactoria, social y matrimonial. Es decir, es la historia del huevo y la gallina: la gente feliz tiende a casarse y tener matrimonios con mayor bienestar y son menos propensos al divorcio, y un matrimonio sólido a la vez los hace más felices.
Más interesante aún es que sí hay un efecto importantísimo luego de casarse: las parejas incrementan sus niveles de felicidad después de la boda. Pero este efecto tiene una duración de 2 años, típicamente. Después de esos 2 años, cada persona regresará a sus niveles de felicidad previos a la luna de miel.
¿Por qué ocurre eso? Por un fenómeno que se llama adaptación hedónica o Principio de Adaptación: nos acostumbramos a las diferentes situaciones que encontramos en la vida, sean buenas o malas. Este principio lo discutimos con detalle en un blog anterior. Las personas que ganan la lotería suben sus niveles de felicidad, y las personas que tienen un accidente con efectos físicos permanentes los bajan, pero en ambos casos, después de 1 o 2 años, volverán a su nivel de felicidad anterior al evento. Igual con el matrimonio, el carro nuevo, la casa recién comprada y el último ascenso, nos vamos a acostumbrar a ellos.
Si no somos felices y nos casamos porque encontramos a alguien que nos llena de bienestar, después de 2 años volveremos a nuestro nivel anterior de felicidad, es decir, infelices. Este fenómeno de adaptación es tremendamente importante en la vida, y hay que tenerlo muy presente a la hora de diseñar una vida feliz.
Entonces, ¿cuál es el “secreto” para un matrimonio duradero y feliz? La mejor respuesta la he encontrado en Sonja Lyubomirsky y consiste en justamente evitar esa adaptación, evitar caer en la rutina. Hagamos un esfuerzo por ser buena pareja, digamos a nuestra pareja que le queremos con frecuencia, compartamos cumplidos de manera constante, salgamos a citas como si fuéramos aún novios, encontremos espacios para compartir únicamente en pareja, compartamos hobbies y proyectos de vida, demostremos interés por lo que el otro hace y promovamos formas creativas para preservar el amor y el afecto, con intención (esa palabra es una maravilla) de que sea así. En el matrimonio feliz hay mucha intencionalidad, más que una rutina automática que llevará a la adaptación, a mantener una relación de compromiso verdadero con la otra persona.
Hay también un pequeño truco que nos da la ciencia de la felicidad: la proporción de comportamientos positivos y negativos en un matrimonio debe ser de 1 a 5, es decir, en los matrimonios felices un comportamiento negativo, que en todos hay, como criticar a la pareja o decir algo equivocado, debe ser compensado con 5 comportamientos positivos. Los psicólogos Gottman y Levenson podían predecir si un matrimonio terminará en divorcio con 90% de certeza, aunque parezca increíble. Para ello pedían a la pareja que resuelva un conflicto en 15 minutos. En el proceso de resolución puede haber discusiones, pero también risas, humor, señales de afecto. Y si dicha proporción es de 1 a 5, ellos podían predecir que el matrimonio será sólido durante muchos años. Si a la defensa pasional de los argumentos se le unen prácticas de interés mutuo, disculpas, bromas, entender la posición de la otra persona o empatía y si eso ocurre en una frecuencia de 1 a 5, es decir, que hay presencia de lo negativo pero 5 veces más presencia de lo positivo, la discusión no es tan importante como la forma de discutir. Es decir, los matrimonios felices no discuten necesariamente menos que los matrimonios infelices, pero discuten diferente. Así que si hicimos un desagravio a nuestra pareja, el ramo de flores no será suficiente, necesitaremos 4 actos más positivos para compensar, sentidos, auténticos. Lo importante, a fin de cuentas, no es intentar que no haya cosas negativas en la relación, sino crear muchas más cosas positivas. No es la presencia de lo malo lo que pone en riesgo nuestras relaciones, es la ausencia de lo bueno.
Finalmente, la felicidad no está reservada para los casados. Mediante el cultivo de relaciones fuertes con amigos, por ejemplo, los solteros pueden disfrutar de los mismos beneficios que los casados con sus parejas. La gente soltera que es feliz tiende a desarrollar muy buenas relaciones con hermanos, amigos, sobrinos y colegas. De hecho, las personas solteras tienden a ver a sus amigos con más frecuencia que las personas casadas, y eso contribuye notablemente a tener altos niveles de bienestar. La idea de la mujer soltera como solitaria y triste contrasta con la realidad: las mujeres solteras de mayor edad tienen en promedio una docena de amistades muy cercanas que pueden durar décadas, con los múltiples efectos positivos a su propia felicidad que eso implica. Como estudiábamos en un blog anterior, el predictor número uno de nuestro nivel de felicidad es el tiempo que pasamos con nuestros seres queridos, y éstos no necesariamente tienen que estar asociados a relaciones románticas, en la vida podemos ir con un buen grupo de buenos amigos con igual felicidad.
Así que no nos preocupemos tanto por nuestro estado civil, que dicha condición por sí misma pertenece al 10% de lo que nos hace felices. Invirtamos más bien nuestro esfuerzo y tiempo en cultivar relaciones sanas y fuertes, sea con nuestra pareja, familia, amigos o colegas. Dichas relaciones serán fuente de crecimiento para todos los que participen en ellas, y eso es precisamente lo que deberíamos nutrir en nuestras vidas.
He entiendo que ser felices ya sea casado o soltero solo dependerá de nu estra propia desición, la decisión de trabajar diariamente por ser felices, teniendo acciones que contribuyan para que ocurra. Muchas gracias por esta información, es de mucho valor