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Los efectos del Principio de Adaptación

Actualizado: 5 sept 2022



En el blog anterior aprendimos el “Principio de Adaptación”: sin importar qué tan bien o qué tan mal nos hizo sentir alguna circunstancia en nuestras vidas, eventualmente regresaremos al nivel de felicidad previo a dicha circunstancia porque nos vamos a acostumbrar a ella. A final de cuentas, todo pasa, y esas son buenas noticias. Los eventos positivos o negativos de nuestras vidas tienen por lo general poca influencia en nuestra felicidad a largo plazo. Eso no quiere decir que sea un error buscar los eventos positivos, ni que hay que subestimar los eventos negativos, pero no es buena idea sobredimensionar su efecto.






Entender este principio es importante porque una de las premisas más importantes en Yourney es que la vida y la felicidad se pueden diseñar, es más, se deben diseñar, y que ambas están en nuestras manos. Parte de ese diseño consiste en entender cómo funcionamos y cómo funciona la felicidad, y por eso hemos dedicado bastante espacio en los dos primeros blogs a conceptos que tienen implicaciones altas en ese diseño. Entonces, exploremos algunas de las repercusiones del principio.


No hay “algo” que nos haga felices para siempre. Tampoco hay “algo” que nos haga infelices para siempre. Nos vamos a acostumbrar tanto a un matrimonio feliz como a un divorcio doloroso. Lo que suceda después en ambos casos depende de nosotros mismos. “Se casaron y fueron felices para siempre” fue un engaño, tanto como “el divorcio es simplemente la cosa más tremenda del mundo”. Entonces, pensar que nuestra felicidad o infelicidad depende de algunas circunstancias externas nos limita y nos desvía de nuestro propio papel y responsabilidad en resolver las circunstancias de la vida.


Como mencionábamos en un blog anterior, los seres humanos tenemos una tendencia a buscar felicidad eterna en eventos de corto efecto, como los que incluimos en la lista del 10%. Y eso pasa precisamente porque el efecto feliz de dichos eventos dura demasiado poco. Eso no tiene por qué ser malo, pero hay que ser conscientes de ello. Puede ser, si no nos cuidamos, que estemos en un efecto como el de la rueda de trotar de la figura de arriba. Es un ciclo bastante típico: Desear, Obtener, Adaptarse, Estar triste, Repetir. Muy pronto el nuevo estado se convierte en la nueva norma. Podemos pensar que estamos avanzando, pero en realidad seguiremos en el mismo lugar, desde el punto de vista de la felicidad. Es un ciclo de felicidad inmediata de corta duración que nos lleva exactamente adónde estábamos antes. Y en muchas ocasiones lo que hacemos es acelerar la velocidad a la que corremos en la trotadora, eso no es avanzar, es simplemente ir más rápido hacia el nuevo ciclo. Casa nueva, coche nuevo, trabajo nuevo. Casa nueva, coche nuevo, trabajo nuevo, quizás más caros, pero exactamente en la misma situación, solo que con expectativas más altas. Van de la mano, si subimos de niveles materiales subimos de aspiraciones materiales. Los estudios de Rainwater sobre los estándares de vivir de las familias sugieren que entre más posesiones tenga un grupo familiar, más piensa que necesita más.


Curiosamente, la mayoría de nosotros ya tenemos lo que necesitamos para ser felices. La lista del 40% está al alcance de todos, y las estrategias que hay que desarrollar tienen que ver en cómo nutrir los elementos de dicha lista. Es “casi” hacer lo opuesto a la trotadora, que se llama rueda hedónica o rueda del deseo. Es de hecho un estado mental bastante natural para el ser humano, el de desear más, porque así funciona la mente.


Para sobrevivir, por ejemplo, el homo sapiens tuvo que aprender a guardar, porque el alimento podía ser escaso. Las fuentes de azúcar eran altamente valoradas porque permitían acumular excesos de comida en forma de grasa para tener reserva en épocas de “vacas flacas”. Estamos evolutivamente programados para ser golosos. Todos llevamos el deseo adentro y un temor a no tener. Los deseos son el combustible de la rueda hedónica, para bien y para mal. Sin importar cuánto tengamos, nunca nos parecerá suficiente, puede ser una búsqueda de nunca acabar y totalmente insaciable.


También es interesante cómo a pesar de que por lo general ya tenemos lo que necesitamos para ser felices, la mayoría de las personas no nos damos cuenta de que llevamos una vida privilegiada, y con mucha frecuencia medimos nuestra felicidad con base en el deseo por lo que no tenemos más que por el agradecimiento por lo que tenemos. En el mundo del deseo, las carencias pueden más que las bendiciones. Y si nos ponemos a pensar, la mayor parte de las cosas que queremos no las necesitamos, de hecho, hemos vivido toda la vida sin ellas sin ningún problema, hasta que empezamos a creer que las necesitamos.

Dos reflexiones adicionales alrededor de este tema. La primera, muy importante: la gente feliz experimenta probablemente durante su vida la misma cantidad de adversidades que la gente infeliz, en promedio. La diferencia está en cómo enfrentan dichas adversidades y en qué tipo de acción toman para resolverlas. No tienen más suerte, ni más dinero, ni más posesiones, tienen mejores estrategias en la vida. Cultivan hábitos diferentes.


La segunda, los seres humanos somos malos en el pronóstico afectivo, es decir, en predecir cómo nos vamos a sentir en el futuro. Del psicólogo Daniel Gilbert se puede aprender mucho al respecto, pero dicho de manera sencilla, somos sorprendentemente malos jueces de nuestros futuros estados emocionales. Tendemos a pensar que un teléfono nuevo nos hará feliz o que no tendrá ningún efecto dejar de hablar a un amigo. Pensamos que con solo cambiar de trabajo ya superaremos lo que no nos gusta del actual, aunque es probable que en la nueva empresa vayamos muy pronto a encontrar situaciones similares. Desarrollamos evolutivamente una capacidad a pensar en catástrofes, y pasamos del Edén al Apocalipsis más rápido que en toda la historia de la Biblia. Cuando alguien nos diga que el mundo está peor que nunca, que no nos quede ninguna duda de que estamos en la mejor época en la historia de la humanidad, que el mundo está mejor que hace 100 años y que en 100 años estaremos mejor que hoy.


Cuando se trata de medir el efecto de algo que creemos que nos hará felices, generalmente nos equivocamos, como con los elementos del 10%. Y cuando se trata de ver la gravedad de algo malo, también nos tendemos a equivocar, principalmente por nuestro sesgo a lo negativo. Predecimos mal tanto la intensidad como la duración de esas reacciones emotivas. De ahí que entender la diferencia sustancial entre el 10% y el 40% nos va a ayudar mucho en la vida.


Hay muchas formas de salir del efecto de esa rueda hedónica, muchas estrategias que en Yourney podemos diseñar para aumentar los niveles de bienestar. Y algunas de ellas las trataremos en futuras entradas del blog.




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